La electricidad ha estado presente en el mundo desde siempre. El hombre primitivo pudo percibirla mediante fenómenos visibles como los relámpagos, o experimentarla a través de peces eléctricos como los Tronadores del río Nilo, descritos por los antiguos egipcios.
La electricidad estática (que surge, por ejemplo al frotar una barra de ámbar con lana o piel) fue descubierta por los antiguos griegos alrededor del año 600 a. C.
Los primeros experimentos serios con electricidad tuvieron lugar alrededor del siglo XVII. El campo creció con los estudios y aportes de Cavendish, Du Fray, van Musschenbroek y Watson durante el siglo XVIII, y durante el siglo XIX se desarrolló una teoría unificadora de la electricidad y el magnetismo: las ecuaciones de Maxwell en 1865.
La generación de electricidad como actividad industrial empezó casi en el siglo XX, luego de que Morse demostrara en 1833 cómo la electricidad podía revolucionar el campo de las comunicaciones a distancia, y de que se comprobara la posibilidad de generar luz mediante un tendido eléctrico, reemplazando el de gas.
Finalmente las investigaciones de Tesla y Edison
impulsaron la electricidad como un requerimiento básico de la innovación
científica y tecnológica en el marco de la Segunda Revolución Industrial.
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